A LAS OVEJAS NEGRAS, DE LAS PERDIDAS Y LOS LOGROS NO CONVENCIONALES

Tras casi 2 años de pandemia, donde hemos tenido tiempo para valorar la familia y reevaluar nuestro sentido en el mundo, quiero escribir acerca de los desafíos y nuevos roles que muchas mujeres asumimos, algunas más que otras, a temprana edad. No pretendo dar lecciones, ni respuestas, solo poner un tema en la mesa con el que muchas nos podemos identificar.

En diciembre, y poco tiempo después de estar complicada de salud, falleció mi abuela, de 96 años de edad, la única que me quedaba, la matriarca, la que había sobrevivido a 2 esposos, 9 hijos, una treintena de nietos y ya perdí la cuenta de los bisnietos. A partir de ahí, y algunas reflexiones con mis hermanas, pensábamos en el rol que desempeñó la abuela en nuestras vidas, partiendo desde las comidas que más disfrutábamos hechas por sus manos, arepas sin duda… y que las tratamos de replicar para no perder la receta. las vacaciones cuando niños en su casa, ¿quién no acampó con los primos en el living de la abuela? por otro lado, el mal genio heredado y las 8 tazas de café al día; pero sobre todo la fuerza interior, una sonrisa siempre presente y su capacidad de sostener sobre sus hombros una familia numerosa, con todo lo que esto conlleva. 

¿Qué hay de las generaciones que vamos quedando? ¿Cuál de todos estos roles queremos asumir? ¿Seremos abuelas? ¿Somos madres? Con las diferencias generacionales, la educación y las nuevas formas de ser y existir estamos muy lejos. En la actualidad una mujer de mi generación tiene un solo hijo, y, con suerte, ese hijo tiene un padre, presente. Esta última generación a la que me refiero cierra el ciclo, porque simplemente no está en sus planes ser padres, prefieren estudiar, viajar o solamente existir, ya que la esperanza de vida, según sus reflexiones, es muy corta y miserable.

Me centro por ahora en la etapa de la vida que estoy, mujer, madre, compañera y trabajadora; Son mis focos hoy en día. Que tan bien los desarrollo, solo el tiempo, dará la respuesta correcta. Solo tengo una seguridad, no tengo la misma capacidad de mi abu, tampoco la de mi madre; vengo de ellas, las admiro, pero decido tener mi camino por otro sendero. Y espero, en años más mi hija decida exactamente lo mismo, no seguir prototipos, ideas, legados, simplemente crear el suyo propio, ser feliz, cometer errores y volverse a levantar tras ellos con la seguridad de que siempre se puede volver a empezar. 

Un punto a tener en cuenta en este proceso de ir en contra de los parámetros establecidos, o las estructuras socioculturales que nos han delimitado las fronteras del “deber ser”, es que somos consideradas las ovejas negras, revolucionarias y contrarias a lo acostumbrado. Es un camino fino y quebradizo, para el que nadie te prepara, sin embargo, es tremendamente gratificante cuándo se van dando los resultados de tus propósitos, y cuando sientes que avanzas al objetivo planeado. Pero ¿cuál es el objetivo? Me atrevería a decir que solamente no repetir la historia, y no quiero que se entienda esto como un resentimiento hacia el pasado, en lo absoluto. De hecho, creo que es un “¿cómo lo hicieron? Yo no podría” mis desafíos e intereses van por otro camino. Donde la libertad de pensamiento, acción y la tranquilidad de que tengo una voz, un derecho y un deber de ser escuchada, valorada y pensada de otra forma están presentes en mi día a día.

En este punto quisiera insistir en una frase, no critiques sin conocer el camino recorrido por el otro. Y en caso de que lo conozcas, estoy absolutamente segura que vivirlo, en los propios zapatos es otro nivel.

¿Y tú… que heredaste de la abuela, que tienes de tu madre y que esperas de tus hijos? ¿Qué perdiste en estos 2 años? ¿Cuál es tu objetivo, cuál es tu deber ser?

Pd: no esperes nada, es la mejor forma de dejarte sorprender.

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